sábado, 26 de noviembre de 2016

"1988-2016"



Alguna vez, esta docente que soy ahora, fue una veinteañera (en esa época no existía el término "millennials") que ingresaba a la UBA con muchas expectativas y con no menos miedos. Miedo a equivocarme y fracasar; a no entender de qué iban las nuevas cosas que enfrentaba; a eternizarme en el CBC. A no encontrar mi lugar en este lugar inmenso que es la Fadu. A no poder construirlo. Ni siquiera sabía que había que construirlo, que depende de cada uno de nosotros. Y esto también se aprende en la facultad.

El tiempo pasa y pasó siempre muy rápido. Me encontré de repente en medio de la carrera, con un montón de información, obligaciones, plazos, más obligaciones... Pero también, me di cuenta que ya estaba en algún lugar, había construido al menos un camino y era mío, y no lo quería dejar. No era lineal, recto, sencillo, manso (casi nunca lo es) pero mejor así, tiene mejor sabor, no "aburre".
También encontré en el camino otros que me acompañaban. De maneras diferentes, compusieron ese momento que fue mi época de facultad. Estaban los pares, los dispares; los de una cátedra, los de otra; los del bar y los de la entrada; el vendedor de cubanitos (único, te felicitaba cuando recibías el título porque veía que entrabas bien vestido por primera vez y con el tubo de láminas en la mano). Y entre tantos "otros" estaban ellos: los docentes. Ad honorem, rentados, JTPs, adjuntos, titulares.

Cada uno en su rol, conformaban algo mayor que era la Cátedra. Y cada una era un universo aparte en el que me sumergía cada día de la semana. Era un lugar dentro de otro lugar, una porción de Fadu que sumada a las demás daban vida a ese organismo que, para cuando yo ingresé, llevaba apenas tres años de vida. 

Ese animal que empezaba a dar sus primeros pasos torpes en la vida académica de la UBA era el Diseño Gráfico. Le iba a faltar bastante tiempo para ser lo que es hoy y estar preparado para dar un nuevo paso, o un salto quizás, como es la reforma del plan de estudios que se está definiendo.
Fueron las primeras cátedras y los primeros docentes que iniciaron la aventura, que se animaron a la alquimia, una presencia que le dio al Diseño sus primeras formas, su aliento inicial, sus raíces y su fuerza. Que visionaron este presente. Y dotaron al diseño de fortaleza y capacidad para seguir creciendo; mutar para acompañar a su época.

Esta cátedra a la que pertenezco - sí, me recibí y el último día después de rendir el último parcial, me dije a mí misma que no podía, no quería irme de acá-, es una de aquellas que tomó el primer riesgo y puso toda la energía, la seriedad, el involucramiento, para consolidar nuestra carrera, darle vida a este animal Fadu. 

Su titular, Silvia Pescio, es la piedra basal y ahora está dejando paso a los docentes que formó, a los que dió su confianza y sabiduría después de haber cumplido un ciclo de más de 30 años al frente de la cátedra, acompañando siempre al equipo y lidiando hasta con los detalles más nimios de este quehacer complejo.

Un agradecimiento inmenso a una persona que siempre se manejó con perfil bajo y con principios altos; nos cuidó tanto a docentes como alumnos; construyó un cuerpo disciplinario que hace escuela. Con su retiro da ejemplo de profesionalismo y corazón.

Valga esta pequeña recapitulación de una docente más, en representación de todos los que conformamos este gran equipo que sigue adelante y va por más!!!

25 de noviembre, 2017


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